RAYMOND ROMAND: DIÁLOGO CON UN NEUROBIÓLOGO ADVENTISTA EN FRANCIA
Raymond Romand nació en el seno de una familia adventista de campo y se crió en medio de la hermosura de la naturaleza. Su hogar, en un pequeño y remoto campo en las faldas del Jura, en la frontera franco-suiza, le dio el privilegio de disfrutar del olor de la tierra, admirar la gloria de las flores silvestres, explorar en los hermosos bosques, cultivar los alimentos para el consumo de la familia y, por las noches, contemplar las magníficas luminarias oscilando en el cielo francés. Disfrutaba de ser un hijo de la naturaleza y pensaba que su destino sería eso exactamente: los jardines, los bosques y las haciendas.
Mientras Raymond crecía, la felicidad que obtenía del pequeño lote de terreno se convirtió en un desafío para descubrir los misterios ocultos tras el orden y la hermosura de la naturaleza. Quería estudiar. Con el apoyo de un padre comprensivo, a la edad de 18 años, comenzó a estudiar en una escuela adventista. Era tan optimista que no se sentía avergonzado de que sus compañeros de clase fueran mucho menores que él. La verdad es que consideró que su edad le podría resultar ventajosa. Su madurez y anhelo de dominar cualquier tema que se cruzara por su camino le ayudó a terminar pronto la escuela secundaria, ingresando luego a la Universidad de Montpellier, en Francia. Esto lo impulsó a una carrera científica que incluyó el estudio y la investigación en la Facultad de Medicina de Harvard.
El Dr. Romand posee dos doctorados. Aunque su interés primordial es la neurobiología (el estudio del cerebro), la ecología tropical y los peces tropicales continúan atrayendo su atención. Ha publicado extensamente y en la actualidad es profesor en la Universidad de Clermont-Ferrand. También desempeñó el papel de consultor en la Organización Mundial de la Salud.
El Dr. Romand y su esposa, Marie Rose, quien posee un doctorado en fisiología, tienen dos hijos: Cyril, de 18 años, y Ariane, de 16.
Dr. Romand, cuando usted era muchacho, pensaba que la granja y el jardín eran su destino. Ahora usted es un neurobiólogo mundialmente reconocido. Esto es un gran cambio ¿verdad?
Sí, se podría decir que sí. Para mí no ha sido solamente un gran cambio; ha sido un largo viaje. Cuando era muchacho, estaba tan fascinado con el cultivo de las flores y el trabajo en el campo que ni siquiera me interesaba ir a la escuela. Pero cuando me convertí en un adolescente, este mismo amor por la naturaleza me hizo pensar en las maravillas de la creación de Dios. Entonces fue solamente cosa de tiempo ir a la escuela, luego a la universidad para estudiar el orden y las maravillas de la creación, desde las plantas hasta el cerebro humano.
¿Cómo y cuándo decidió ser un científico?
Yo no me desperté una buena mañana diciéndome a mí mismo: “Bueno, voy a ser un ecólogo o neurobiólogo”. La vida no funciona de esa manera. Antes de iniciar mi educación secundaria formal, me trasladé de mi hacienda al hospital adventista La Lignière, en Suiza. Allí pasé tres años como aprendiz de jardinero. Luego ingresé al Institut Adventiste du Salève, en Collonges, donde el ambiente académico y lo que observé que ocurría con los jóvenes que pasaban por sus aulas, me desafió a ir más allá del jardín. Pronto terminé mi educación secundaria y cuando la oportunidad se presentó para iniciar mis estudios universitarios, no lo pensé dos veces. Como alguien que inició sus estudios formales un tanto tarde en la vida, me atraían muchas disciplinas: ecología, biología, fisiología, neurociencia, historia y otras más. Pero mi curiosidad me condujo a concentrarme en la fisiología y la neurociencia.
¿Le ayudó el ambiente adventista a tomar estas decisiones en su vida intelectual y profesional?
La espiritualidad de mi madre como adventista tuvo mucha influencia en mi niñez. Tanto de ella, como de mi padre, aprendí el valor del trabajo, el significado de la fe y la necesidad de marchar hacia adelante. Mi experiencia, primero como jardinero en el hospital adventista y más tarde en el instituto adventista, me ofrecieron oportunidades de conocer a diferentes personas, personas sencillas, profesionales, profundamente espirituales y a veces, con duras luchas en la vida. De este ambiente aprendí cómo la vida experimenta los efectos de la mucha fe y el trabajo arduo, o la falta de éstos. Debo decir que fue la estimulante atmósfera intelectual y espiritual del ambiente adventista lo que me impulsó a subir por la escalera de la educación. Yo quería hacer algo con mi vida y esa decisión se la debo en gran parte al adventismo.
Usted fue un estudiante en universidades públicas por casi diez años. ¿Cuál fue el mayor desafío que tuvo que afrontar?
Como en la mayoría de los casos, los exámenes programados para los sábados fueron un verdadero problema. Al final de mi primer año en la Universidad Montpellier se me presentó la primera prueba. Juntamente con 400 estudiantes tuve que presentar exámenes durante dos semanas, con uno que duró tres días y que finalizaba el sábado. Me comuniqué con mi profesor pidiendo un cambio. “¿Cómo podemos cambiar el programa de exámenes por un solo estudiante?”, me dijo, y continuó: “¡De ninguna manera! ¿Por qué no les pides una indulgencia a los dirigentes de tu iglesia?” Luego traté el problema con el pastor de la iglesia local, quien a su vez se comunicó con la persona encargada de libertad religiosa en la Unión Franco-Belga, en París. Después de algunas tratativas con el Ministerio de Educación francés, se produjo el milagro. ¡La universidad recibió una nota oficial indicando que debía hacerse una nueva programación para que ninguna parte de los exámenes cayera en sábado! Cuando mantenemos en alto nuestros principios, Dios siempre cuida de nuestras necesidades. Y aunque no suceda inmediatamente, no hay excusa alguna para capitular o comprometer nuestros principios.
¿Cómo escogió usted su especialidad en el campo de la ciencia?
Nunca soñé en llegar a ser un científico. Solamente escogí lo que sería un desafío razonable. Sentí que el desafío para mí se encontraba en la biología. Quería investigar el mundo real, no uno artificial, como la electrónica. No tengo nada en contra de la electrónica. Uso instrumentos y artefactos electrónicos todos los días y reconozco que la eléctronica ha afectado nuestras vidas de muchas maneras. Pero para mí, el estudio de la vida, sus maravillas y sus misterios, es lo emocionante y lo que me desafía; y para mi fe en Dios, el creador de la vida. Hay muchas áreas para explorar, descubrir e investigar. Después de completar mi maestría en fisiología, en 1968, continué mis estudios para terminar una maestría en biología, en 1971, y luego un doctorado en fisiología, en 1971. Seis años más tarde terminé el programa para un doctorado en neurofisiología. En ese punto vi la posibilidad de explorar esa gran maravilla que todos poseemos, el cerebro. Fue un proceso de dar un paso tras otro, un viaje de exploración. Y nunca dejo de maravillarme de lo que es el cerebro. Todavía continúo estudiando e investigando acerca de la magnífica y compleja forma en que funciona el cerebro.
Usted posee dos doctorados, pasó dos años en la Universidad de Harvard, ha publicado muchos artículos en revistas tan reconocidas como Science, ha presentado disertaciones en Europa y América y ha recibido el reconocimiento internacional como un experto en neurobiología. ¿Cómo se considera usted como científico y creyente en la Biblia?
El ser cristiano y creyente en la Biblia a la vez no implica necesariamente estar en conflicto. Si bien es cierto que algunas afirmaciones de la ciencia parecieran desafiar nuestra fe, sin embargo, no hay necesidad de abandonar nuestra fe. Por ejemplo, considere el asunto de los orígenes. Aunque mi investigación científica sobre el sistema nervioso no tiene relación directa con la cuestión de los orígenes, soy consciente de que la teoría de la evolución no proporciona todas las respuestas. Es solamente una teoría y al explorarla siempre debo tener presente que es una teoría. Es una realidad que no existe una posibilidad de síntesis entre la evolución y la creación en cuanto al origen de la vida y el significado del universo. Después de casi 30 años de investigación sobre el cerebro y la genética de los peces tropicales, estoy más convencido de que la teoría de la evolución no corresponde con lo que he observado. Esto no quiere decir que haya un fixisme (fijismo) estricto en el reino vegetal y el reino animal. Creo que esa evolución, como la enseñan los libros de texto y en otras partes, es una teoría cómoda, aceptada por la mayoría de los científicos, sin cuestionarla.
Sin embargo, es muy difícil ofrecer argumentos científicos que vayan en contra porque hay miles de investigadores que explican todo lo que encuentran a través de la teoría de la evolución.
Desafortunadamente, existen demasiado pocas personas que se atrevan a desafiar científicamente esta teoría. Por otra parte, algunos cristianos bien intencionados presentan argumentos sueltos sobre la creación y en contra de la evolución que desacreditan sus afirmaciones dentro de la comunidad científica.
En cuanto a mí, mi investigación muestra tanto maravilla como misterio, elementos que me conducen a afirmar mi fe en un Dios Creador personal.
Usted ha participado en las actividades de la congregación local como director de escuela sabática y anciano de iglesia. ¿Tiene algún comentario para hacer acerca de la vida de la iglesia?
Quizá uno de los problemas más cruciales que he podido detectar en nuestra iglesia es que ha llegado a ser una institución. Una iglesia institucionalizada no es igual a una iglesia que confiesa y cree. La vida de la congregación local depende de la dedicación de sus feligreses al estudio y práctica de la Palabra de Dios. Por ejemplo, considere nuestras escuelas sabáticas, cuya función primordial debiera ser el estudio de la Biblia. Como resultado de ese estudio, surge el mensaje y misión para desafiar la vida de la iglesia. Muchos miembros de iglesia ya ni siquiera asisten a la escuela sabática. ¿Y cuántos de los que asisten a la iglesia estudian sus lecciones? Creo que nosotros, como miembros de iglesia, tenemos la responsabilidad de reavivar nuestra dedicación al mensaje y misión salvadora de Dios, como se encuentra revelado en la Biblia. Allí es donde se encuentra nuestro desafío actual.
¿Cuáles son sus planes para el futuro?
La investigación científica a un elevado nivel consume mucho tiempo. Requiere el sacrificio de tantas otras cosas que no tienen nada que ver con ella. De manera que, al acercarme dentro de pocos años a un punto crucial en mi vida, se vislumbra una gran pregunta para el futuro: ¿Debo seguir invirtiendo mis energías en la ciencia para el resto de mi vida, o debiera ocuparme más en las actividades de la iglesia? Confío en que Dios me mostrará el camino a seguir.
Finalmente Dr. Romand, ¿qué consejo les ofrecería a los estudiantes adventistas que asisten a universidades públicas?
Quizá cuatro ideas: Afirma tu fe constantemente. Evalúa tus posibilidades en forma real. Busca desafíos, tanto en tus estudios como en tu vida profesional. Continúa creciendo tanto intelectual como espiritualmente.
Entrevista por John Graz. John Graz (Ph.D., Universidad de París, Sorbonne).
Fuente del artículo: https://dialogue.adventist.org/es/314/raymond-romand-dialogo-con-un-neurobiologo-adventista-en-francia