MATEMÁTICA: ¿UN CATALIZADOR DE LA FE?


 

Por Anthony Bosman

Diversas características de las matemáticas y su relación con las ciencias se muestran en armonía con la revelación divina en las Escrituras. ¿Puede servir esto como catalizador de la fe?

Hace un tiempo, me encontraba en Atenas para asistir a una conferencia internacional de matemáticas sobre la teoría de nudos. En esa conferencia, presenté parte de mis investigaciones de posgrado y me enteré de la obra de mis colegas de diversas partes del mundo, aplicando el estudio matemático de los nudos para responder preguntas sobre las ciencias físicas y de la vida, como por ejemplo, de qué manera el anudamiento del ADN y las proteínas afectan la función de ellos.

Llegué a Atenas un par de días antes de la conferencia para conocer la ciudad. El viernes por la noche, subí al Areópago junto a la Acrópolis y contemplé la puesta de sol sobre la ciudad. Al recibir el sábado, reflexioné en el sermón que Pablo predicó en esa colina dos mil años atrás, donde presentó “Al Dios desconocido” ante una audiencia que incluía filósofos epicúreos (Hechos 17:16-34).

El epicureísmo había sido popularizado un siglo antes por el libro titulado De la naturaleza de las cosas, del poeta romano Lucrecio. En ese libro, Lucrecio buscó aliviar la ansiedad que muchos sentían al pensar en enfrentar la ira divina en el más allá para sostener un relato completamente naturalista del universo y los orígenes de la vida. Lucrecio ofreció explicaciones para todo, desde el trueno hasta la presencia de complejas formas de vida. Aunque los dioses aún tenían un lugar, estaban separados de los asuntos humanos y, por lo tanto, no podían infligir su ira sobre la humanidad.

Esas ideas revivieron durante el período del Iluminismo y, en tiempos más recientes, han sido articuladas por los nuevos ateos como Richard Dawkins y Sam Harris. A la luz de recientes hallazgos científicos, se sostiene con frecuencia, ahora podemos ofrecer un relato completamente naturalista de la historia de la vida y el universo. En consecuencia, se aduce que Dios ya no es necesario.

¿Cómo responder a semejantes desafíos al cristianismo? El encuentro de Pablo en Atenas ofrece un modelo. Pablo entendía que su audiencia no aceptaba la autoridad de las Escrituras. Por ello Pablo, en lugar de razonar con ellos sobre Cristo a partir de las Escrituras hebreas como lo hacía con frecuencia con los líderes judíos en las sinagogas, apeló en cambio a los poetas griegos como autoridades que su audiencia aceptaba. Por supuesto, solo las Escrituras contienen la revelación que hace Dios de sí mismo en toda su plenitud, pero Pablo demostró la libertad cristiana de encontrarse con otros dentro de los confines de sus propias cosmovisiones, para entonces hallar señales que apuntaran a algo más. Al estudiar matemáticas en universidades seculares durante la última década, he descubierto que en las ciencias naturales y las matemáticas hay muchas cosas que apuntan a un Creador Dios del que dan testimonio las Escrituras.

LOS LÍMITES DE LA CIENCIA

Quiero ser cuidadoso en mi manera de proceder. Cuando digo que las matemáticas y las ciencias señalan a Dios, no estoy diciendo de que exista una prueba matemática o experimento de laboratorio para demostrar la existencia de Dios, como así tampoco hay otras que la niegan. Algunos, en especial los pensadores postiluministas, han abrazado la visión de que la razón y la ciencia son los únicos medios de alcanzar el verdadero conocimiento. Esa visión es captada en la posición del gran lógico Bertrand Russell: “Todo conocimiento que pueda alcanzarse, tiene que ser alcanzado por métodos científicos, y lo que la ciencia no puede descubrir, la humanidad no puede conocer”.

Russell, que era ateo, concluyó que dado que el método científico jamás demostraría la existencia de Dios, no existe una base intelectual para creer en Dios. Sin embargo, la posición de Russell se anula a sí misma, y se desmorona cuando la analizamos más de cerca. La afirmación de que la ciencia es la única manera de adquirir el verdadero conocimiento es una posición filosófica que no puede alcanzarse según el método científico. Como tal, es un compromiso metafísico adicional que uno mantiene, mientras se afirma no tener ese compromiso no científico. Es decir, se contradice a sí misma. De una manera o de otra, cada cosmovisión tiene esos compromisos.

Los cristianos están comprometidos con la perspectiva de que Dios se ha revelado no solo en la naturaleza, sino también en la revelación especial mediante las Escrituras, y creen que ambas son necesarias para alcanzar una plena comprensión de quién es él. En efecto, el salmista escribe que los cielos proclaman la gloria de Dios, pero entonces pasa inmediatamente a un cántico de alabanza por la revelación divina (Salmo 19). De la misma manera, Pablo sostiene que el mundo natural testifica de la existencia y el poder divinos, pero deja en claro que solo mediante el evangelio se puede alcanzar un cuadro pleno del carácter revelado de Dios (Romanos 1:16-20). De allí que los cristianos no deberían tener la expectativa de recuperar una teología completa a partir del estudio del mundo natural. De hecho, sin la ayuda de las Escrituras, es probable que reciban una visión sumamente confusa de Dios. Y sin embargo, al seguir estudios avanzados, he hallado un número de características de las matemáticas y su relación con las ciencias que se muestran en armonía con la revelación divina en las Escrituras, lo que para el escéptico puede servir como un catalizador de la fe.

UNA EFECTIVIDAD INUSUAL

Al estudiar matemáticas como estudiante de grado en la Universidad de Stanford, a menudo tuve que luchar para comprender qué relevancia podía existir entre mi campo de estudio y la fe. En las clases sobre la filosofía de la ciencia y las matemáticas, me encontré con un ensayo a cargo del ganador del Premio Nobel Eugene P. Wigner titulado “La efectividad irracional de las matemáticas en las ciencias naturales”. Me enseñó cómo las matemáticas pueden ser un testimonio poderoso del Dios Creador.

En el ensayo, Wigner señala un número de preguntas filosóficas desconcertantes sobre la naturaleza de las matemáticas. Por ejemplo, observa que muchos campos de las matemáticas se desarrollaron simplemente como resultado de la curiosidad intelectual de los matemáticos sin motivación alguna del mundo natural, como por ejemplo la geometría no euclidiana, pero estos más tarde terminaron siendo exactamente lo que los físicos necesitaban para describir el mundo natural. El hecho de que el universo está ordenado con precisión y puede ser explicado en términos matemáticos es, en sí mismo, un misterio. Como lo expresó Alberto Einstein: “La cosa más incomprensible respecto del universo, es que es comprensible”. Wigner lleva esto un paso más allá al notar que a menudo los matemáticos que practican sus juegos de lógica desarrollan ideas y lenguaje matemáticos mucho antes de que comprendamos qué función jugarán ellos para hacer comprensible el universo.

Por ejemplo, el número imaginario i=√-1 fue introducido en el siglo XVI puramente para satisfacer la curiosidad de un matemático; sin embargo, desde entonces ha probado ser extremadamente conveniente, sino fundamental, para nuestros modelos del mundo físico, en especial de la mecánica cuántica. Asimismo, los matemáticos han hallado relaciones sorprendentes entre i y otros conceptos en apariencia independientes como por ejemplo ∏=3,14159… (la relación entre la circunferencia con el diámetro del círculo), y e=2,718… (una constante de significancia suprema en cálculo), expresada en la identidad e i∏+1=0. ¿Por qué sucede que las cavilaciones de los matemáticos producen resultados que se corresponden tan bien con el mundo físico? ¿Y por qué sucede que líneas independientes de razonamientos matemáticos se unen y complementan mutuamente, en lugar de colisionar en contradicciones?

En los emprendimientos creativos, en especial en los que llevan a cabo un gran número de personas, es importante tener un mapa claro de la dirección propia. Preparamos planes y maquetas antes de construir rascacielos. En la matemática, sin embargo, parece haber existido una temeraria adición de habitaciones y pisos que, en lugar de producir incoherencias, han resultado vez tras vez en lo que la comunidad describe cómo sorprendentemente elegante y hermoso. En su ensayo, Wigner observó que “ciertamente es difícil creer que nuestro poder de razonamiento fue llevado, mediante el proceso darwiniano de la selección natural, a la perfección que parece poseer”. Y concluye: “Es difícil evitar la impresión de que estamos frente a un milagro”.

Uno de mis compañeros de habitación, que estaba estudiando física y también luchaba por entender por qué la matemática es tan versada a la hora de describir el mundo natural, me dijo que era algo que no lo dejaba dormir por las noches. Había leído mucho, buscando una explicación naturalista para dar cuenta de ese milagro, pero ninguna explicación lo había satisfecho. Y sin embargo, reconocía, el misterio no era ningún problema para el que creía en un Creador que nos había hecho a su imagen, diseñándonos para descubrir y participar del universo creado.

LA HISTORIA DE LA CIENCIA

Mientras estudiaba en la Universidad de Oxford, encontré en una de las bibliotecas un ejemplar de la primera edición de Principia Mathematica, de Isaac Newton. Mientras ojeaba sus páginas, reflexionaba en el increíble impacto de la obra de Newton a la hora de establecer los fundamentos de la física moderna. Tiempo después, encontré una carta que escribió Newton, en la que explica que una de sus motivaciones al escribir Principia fue “que podía funcionar para que los hombres consideraran creer en una Deidad; y que nada podía darme más gozo que hallarlos útiles para ese propósito”. Así como Juan escribió su Evangelio para que el lector creciera en la fe (Juan 20:31), Newton vio su obra científica como catalizadora de la fe.

Además de Isaac Newton, James Maxwell y muchos otros pioneros de las ciencias modernas no separaban su fe del estudio del mundo natural. Esto no solo quiere decir que muchos científicos destacados han sido personas de fe, sino que la fe–la doctrina de la creación en particular–era el fundamento intelectual de la revolución científica. Los pioneros esperaban que las leyes matemáticas pudieran describir el universo porque creían en un Creador que había ordenado la creación, y pensaban que podían descubrir esas leyes porque creían que la humanidad había sido creada a imagen de Dios. Esto explica por qué muchos historiadores de la ciencia están de acuerdo con la perspectiva del ganador del Premio Nobel Melvin Calvin, quien dijo que “la perspectiva monoteísta parece ser el fundamento histórico de la ciencia moderna”.

¿ES LA IGLESIA ANTICIENCIA?

Muchos se sorprenden al saber que la perspectiva bíblica de Dios como Creador se encuentra en el centro mismo de la ciencia moderna. Con frecuencia me encuentro con la opinión de que la ciencia ha mostrado que las Escrituras son inexactas y están pasadas de moda. Un ejemplo común que señala la gente es la persecución que hizo la Iglesia Católica de científicos como Galileo y Kepler por enseñar que la Tierra giraba alrededor del Sol, mientras que las Escrituras enseñaban supuestamente que el Sol giraba alrededor de una Tierra inmóvil. En un comienzo, parece ser un claro ejemplo de que la ciencia muestra que la Biblia está equivocada, pero sucede que hubo otras influencias presentes en la confrontación. Por ejemplo, los teólogos de la iglesia medieval fueron influidos marcadamente por Aristóteles y otros filósofos griegos. Aristóteles había propuesto un modelo de universo en el que la Tierra se encontraba en el centro y los cuerpos celestiales eran esferas perfectas e inmaculadas que viajaban en círculos perfectos a su alrededor. Ese modelo se vio desafiado cuando Galileo miró en su telescopio y vio cráteres en la Luna y manchas en el Sol, y por el trabajo de Kepler, que demostró que los planetas viajan en elipsis alrededor del Sol. Es significativo que esos descubrimientos no contradijeron las enseñanzas de las Escrituras, sino que se enfrentaron con la cosmovisión aristotélica que había sido incorporada a la comprensión de la Escrituras por parte de la Iglesia. Galileo y Kepler eran cristianos devotos que tenían en alta estima la autoridad de las Escrituras. En efecto, Kepler se consideraba “el Lutero de la astronomía”, alineándose con Martín Lutero, que había estado al frente de la Reforma para abrazar la autoridad de las Escrituras por sobre la autoridad de los filósofos griegos y Padres de la Iglesia.

El profesor de Oxford Peter Harrison ha sostenido en el libro The Bible, Protestantism, and the Rise of Natural Science [La Biblia, el protestantismo y el surgimiento de las ciencias naturales] que fue la Reforma Protestante y la hermenéutica protestante que leyeron el Génesis como una narrativa histórica y no como una alegoría o reflexiones espirituales como lo hizo San Agustín y la iglesia medieval. El cambio protestante de hermenéutica hizo que los individuos valoraran el mundo material y estudiaran el “libro de la naturaleza” como segundo libro de la revelación divina, después de las Escrituras. Es una triste ironía que muchos hoy sientan que las teorías científicas modernas de los orígenes desacreditan el relato bíblico de la creación cuando históricamente, fue la creencia en el testimonio del Génesis lo que preparó el camino de la ciencia moderna. En lugar de creer que las Escrituras y la ciencia están en conflicto, los pioneros de la ciencia moderna fueron ejemplo del consejo de Elena G. White, que escribió: “Puesto que el libro de la naturaleza y el de la revelación llevan el sello de una Mente maestra, no pueden sino hablar en armonía. Con diferentes métodos y lenguajes, dan testimonio de las mismas grandes verdades. La ciencia descubre siempre nuevas maravillas, pero en su investigación no obtiene nada que correctamente comprendido, discrepe con la revelación divina. El libro de la naturaleza y la Palabra escrita se alumbran mutuamente”.

UNA OPORTUNIDAD ÚNICA

Me he sentido animado al conocer a muchos estudiosos respetados que reconocen la autoridad de las Escrituras y dan prioridad a su estudio. Por supuesto, muchos profesores y científicos no trabajan dentro de ese marco. Como sucede con todas las personas, sostienen un conjunto diverso de cosmovisiones por diversas razones. Recordé eso durante un almuerzo que compartí con la presidenta del departamento de filosofía de Stanford. En ese entonces, estaba tomando una clase de filosofía de la ciencia que dictaba ella. Durante el almuerzo, surgió el tema de la fe, y me contó que como filósofa de la ciencia se le hacía muy difícil aceptar el ateísmo. Ella había concluido que una narrativa enteramente naturalista es simplemente incapaz de dar cuenta del éxito de la ciencia moderna. Aun los filósofos ateos han advertido los serios problemas intelectuales que existen en una perspectiva estrictamente materialista de la realidad última, como por ejemplo Thomas Nagel, de la Universidad de Nueva York, en Mind and Cosmos: Why the Materialist Neo-Darwinian Conception of Nature Is Almost Certainly False [La mente y el cosmos: Por qué el concepto materialista neodarwiniano de la naturaleza es casi con seguridad falso].

A pesar de esos cuestionamientos, sin embargo, mi profesora también dijo que dudaba si aceptar al Dios que le había sido descrito comúnmente en la historia cristiana. Muchos otros científicos compartieron su postura. Por ejemplo, Charles Darwin escribió en su autobiografía: “Difícilmente puedo ver en efecto cómo alguien podría desear que el cristianismo sea verdadero”. Darwin atribuía erróneamente a la Biblia la enseñanza de que “los hombres que no creen –y esto incluye a mi padre, hermano y a casi todos mis amigos–, serán castigados por la eternidad. Y esa es una doctrina maldita”.

Al igual que muchos otros, Darwin fue llevado a abandonar la fe por una falsa doctrina que representaba erróneamente el carácter de Dios. Los estudiantes adventistas tienen la oportunidad única de dar testimonio de una visión diferente de Dios que el terrible concepto que muchos tienen. Mediante un estudio del libro de la naturaleza, podemos señalar a Dios como Creador, maravilloso en poder; mediante el estudio del libro de la revelación, podemos hablar de Dios como Redentor, de amor constante. Podemos proclamar la verdad que dice: “La mano que sostiene los mundos en el espacio, la mano que mantiene en su disposición ordenada y actividad incansable todo lo que existe en el universo de Dios, es la mano que fue clavada en la cruz por nosotros”.

 


Anthony Bosman es estudiante de posgrado en la Universidad Rice, en Houston (Texas, Estados Unidos).

 

Fuente del artículo: http://dialogue.adventist.org/es/2303/matematica-una-catalizador-de-la-fe